jueves, 4 de agosto de 2016

La extensión de la Revolución Cultural /Documentos sobre la GRCP.

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Al invitar a la población a que expresara libremente sus opiniones acerca de la actividad de los cuadros de las ramas locales del Partido, los órganos centrales de la capital trataban de aclarar los abusos burocráticos por una parte y las actividades oposicionistas por la otra. Las organizaciones locales del Partido debían aceptar las críticas, hacer un balance de todas ellas, corregir sus erroers y al mismo tiempo identificar a los responsables y, de acuerdo con la naturaleza de su falta, destituirlos o invitarlos a rectificar su trabajo.
El movimiento de masas debería actuar como un revelador, al mostrar cuáles eran los cuadros a los que la población otorgaba su confianza y cuáles los que rechazaba. Mao Tse-tung sabía bien, después de lo ocurrido durante el Movimiento de Educación Socialista y durante el episodio de los grupos de trabajo, que la oposición presente en las filas del Partido se esforzaría por frenar o limitar la libertad de crítica proveniente del exterior del Partido. También sabía que las tendencias burocráticas y rutinarias actuarían en el mismo sentido. El movimiento de masas podía hacer aparecer estos dos factores, y éste era precisamente el propósito que se buscaba. Después habría que tratar por separado y sin confundirlas las manifestaciones del simple burocratismo y las de la oposición política.
Nunca es sencillo el trabajo de movilizar a toda una población para comprometerla en actividades políticas.
Es preciso explicarle lo que se espera de ella, suscitar el surgimiento de sus iniciativas, encontrar militantes que la guíen. Todo esto era aún más complicado en China, debido a la pesadez del aparato del Partido y a la presencia de opositores en las filas de la organización. Evidentemente con el propósito de evitar esta dificultad y acelerar el proceso deseado la juventud estudiantil y universitaria había sido organizada y lanzada a lo largo del país para que realizara los cambios revolucionarios. Se confiaba en su espontaneidad y en su espíritu de impugnación, y el tiempo demostró la justeza de estas previsiones.

Poco a poco, en cada provincia, los guardias rojos, de regreso de Pekín, se organizaban. Desplegaban una gran actividad, pegaban carteles, daban a conocer lo que había sucedido en la capital e incitaban a grupos cada vez más amplios de la población a examinar, a la luz de la Declaración en dieciséis puntos, el comportamiento de ciertos cuadros locales cuya actitud podía parecer inadecuada. Se veía a los guardias rojos recorrer las calles de la ciudad y las carreteras provinciales en camiones provistos de altavoces. De esta manera difundían por todas partes las críticas que dirigían a ciertos responsables. Durante sus desplazamientos los guardias rojos distribuían una gran cantidad de boletines y panfletos mimeografiados en los que explicaban con detalle los problemas políticos que debían enfrentarse tanto en su provincia como en los lugares por los que habían pasado, principalmente en Pekín.
Los guardias rojos se esforzaban por desarrollar sus contactos con el conjunto de la población de los lugares en los que ejercían sus actividades, en particular con los obreros, que deberían desempeñar un papel primordial en el movimiento. Siguiendo sus enseñanzas, un número de gente cada vez mayor se comprometía y participaba en el movimiento de crítica de algunos responsables municipales y provinciales del Partido considerados como socios de la Cuadrilla Negra de Peng Cheng y Lu Ting-yi. Progresivamente, este movimiento de crítica, alentado de forma cotidiana por la prensa y la radio, se extendedió y la población se movilizó. Siguiendo el ejemplo de los guardias rojos, empezaron a surgir organizaciones de masas en las fábricas y oficinas.


Extraído del libro “Historia de la Revolución Cultural Proletaria en China” de Jean Daubier por Cultura Proletaria.

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